¡pica!

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sábado, 6 de diciembre de 2014

CORRIENDO CON ARDILLAS

Este mediodía, en un espectacular despliegue de fuerza de voluntad, me he unido a la horda de corredores. Cada día, a la hora de la comida, puedes ver gente corriendo por su vida. Como si les persiguiera un león. Aprovechan el descanso de la comida para salir a correr en vez de comer y tomarse  un respiro. Corren en busca de ese estilo de vida saludable que te evitará un montón de enfermedades. Pero la verdad es que cuesta muchísimo eso de salir a correr. Requiere de un gran esfuerzo físico y gran fuerza de voluntad. Por eso será que al poco rato (lo reconozco, escasos 5 minutos corriendo) una ardilla se ha cruzado en mi camino y eso ha sido excusa suficiente para parar de correr y dedicarme a perseguir a la ardilla. ¡Son tan monas! Yo sólo quería acariciarla y achucharla. ¿Por qué ella no se daba cuenta de que no iba a hacerle daño? Por lo que ella sabe yo soy un fiero depredador y sería muy probable que si consiguiera atraparla la despedazara en segundos y me la comiera. ¿A cuantas ardillas no les habrá pasado eso a lo largo de la historia? Así que la ardilla ha corrido a encaramarse a un árbol y ahí me ha plantado cara: garras y patas en tensión, cuerpo arqueado, cola en punta sobre su cabeza y dando bruscas sacudidas. Una cosa muy divertida que hacen las ardillas ¡qué monas! Aunque su intención era asustarme pretendiendo tener un aspecto fiero. Seguramente su respiración y su ritmo cardíaco estaban acelerados. Eso es exactamente el estrés. Entonces me he dado cuenta, estaba estresando y aterrorizando a la pobre ardilla. La he dejado en paz.

La ardilla en cuestión
De nuevo un par de corredores me han pasado por el lado, corriendo. ¿Pero de que huyen ellos? ¿Están estresados? Al menos su pulso y su respiración están acelerados y sus músculos en tensión, igual que la ardilla acechada por ese gigantesco depredador, o sea yo. Esto de correr es difícil, requiere de un gran esfuerzo, incluso para el propio organismo que necesita hacer un gran despliegue de medios y cambiar los ritmos naturales. Quien ha intentado correr seguro que difícilmente lo ha conseguido hacer regularmente. ¿Cómo lo consiguen ellos, los corredores habituales? Los he observado. No me han dado envidia. Hay una explicación para su sobrehumana fuerza de voluntad. Están estresados, realmente corren por sus vidas aunque no haya ningún depredador que los amenaza. Tenemos la suerte de habernos encumbrado a lo más alto de la cadena alimenticia. Vivimos en lugares completamente seguros y lejos de cualquier amenaza natural (omitamos el peligro que otros seres humanos representan). Sin embargo ese mecanismo de supervivencia: el estrés, sigue ahí. Es instinto animal.

Robert Sapolsky en su libro “Por qué las zebras no tienen úlceras” habla largo y tendido sobre el estrés y la lacra que representa en nuestra sociedad actual. Puesto que está relacionado con enfermedades cardiovasculares, problemas digestivos, diabetes, infertilidad, problemas de desarrollo, es una lista casi interminable, además de por supuesto ansiedad, insomnio, depresión, etc. Bien, él explica que se produce un pequeñito fallo técnico. El estrés funciona, prueba de ello es el éxito que hemos tenido como especie. Lo que pasa que el estrés sólo tiene modo ON o OFF. No hay otro. O se pone en marcha o está apagado. ¡Peligro! Estrés ON. No peligro… estrés OFF. Nuestro cerebro se limita a poner el estrés en marcha ante cualquier peligro. Cualquier es cualquier. Puede ser un león o simplemente la factura del gas, pero tu cuerpo va a reaccionar igual. Así que la única forma de controlar esto es dejar de percibir como peligro algo que en realidad no lo es. No lo es porque no vas a perder tu vida en ello. Esto es fácil de decirlo pero muy difícil de hacer.

La depredadora en cuestión
Y ahí están los corredores, corriendo por su vida porque deben tener tantísimos “depredadores” tras de sí, tales como su jefe, la hipoteca, la bolsa, las notas de sus hijos, la cuota de la universidad, una entrevista de trabajo, esos kilos de más que le hacen menos atractiva, la novia que podría estar poniéndole los cuernos y un largo etc. Nada de eso supone un peligro real para nuestras vidas pero igualmente nuestro corazón se acelera, nuestros músculos se tensan. Así que al menos a darle al cuerpo eso para lo que está listo: ¡correr! Corriendo cuando deberían estar descansando. Cómo será que el correr les supone un descanso a su trabajo. Lo que les hace que sea llevadero.



¿Y qué piensa la ardilla cuando ve a alguien correr? Pues que algún depredador va detrás de ellos, más vale subirse a un árbol corriendo por si las moscas. Pero no os creáis que a la pobre ardilla le pasa lo mismo que a los corredores. Ella no tiene insomnio, ni ataques de pánico, ni depresión, ni úlceras, ni problemas cardíacos. Ella está muy saludable porque su estrés es puntual y sano. El susto que de vez en cuando se lleva la hace estar en forma. Porque en cuanto el peligro pasa, ella se relaja y sigue su vida como siempre. Así que no hay que tenerle miedo al estrés, no es tan diabólico como parece. Si un día corres porque pierdes el avión eso es un estrés puntual y es bueno. Practicar un deporte ya es un estrés puntual. Ya que no tenemos que correr porque nos persigue un león, si podemos estresarnos por estas cosas puntuales, que ponen nuestro corazón y organismo en forma. Como una puesta a punto de mantenimiento que no nos perjudica, si no todo lo contrario. ¿Por qué? Por qué es puntual. Problema –estrés –fin del problema –relax. Así debería ser siempre, porque no hay nada en nuestro día a día que nos pueda matar. Sólo cuando el estrés se convierte crónico y el período de reposo nunca llega es cuando estamos j******.


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